5/12/08

Londres, Diciembre de 2007.
Ha comenzado el frío y duro invierno como era de esperar, y la ciudad se ha vuelto gris. Las calles solitarias saben a silencio, a humedad. Los cristales empañados de las cafeterías, anuncian que en el exterior el aire corta todo cuanto acaricia. Las chimeneas humeantes huelen a café recién hecho y los parques y jardines juegan con las gotas de agua, vestigios de la lluvia del día anterior.
Mi humilde morada se sitúa en el pulmón de Londres, Hyde Park, que en esta época fortalece su color verde y ocre e inunda el aire de moléculas de oxígeno. Vivo en un árbol centenario que ha visto pasar la historia ante sus ojos, sin inmutarse lo más mínimo, siempre erguido, elegante. Llevo un año formando parte de la belleza de la copa de este árbol, cuando tras el otoño pasado sustituí a mis otras compañeras.
Han sido dos meses de lucha contra viento y lluvia, aferrándome a la vida en este duro otoño de Hyde Park. Pero ahora llega la época más difícil, el viento helado y las terribles nevadas, que acabarán debilitándome y llevándome en un dulce viaje hacia la muerte.
Hoy el cielo se ha despertado furioso y descarga toda su rabia sobre la ciudad, pero se nota especialmente en Hyde Park. Durante la mañana, el sol bailaba vergonzoso con la brisa, temiendo que ésta se enfadara y lo enviara de un soplido tras las sombrías nubes que inundaban el lugar. Comencé a sentir un ligero escalofrío que terminó por poner de punta los cientos de pelillos invisibles que cubrían mi cuerpo. Ya es mediodía, y el sol asustado no ha salido a arroparnos. Presiento que va a ser un día duro, muy duro.
De repente, una brisa inquieta me envuelve y me obliga a bailar a su son. Al principio me parecía divertido, movimientos suaves a la derecha, ahora hacia la izquierda, una pequeña elevación de mi cuerpo y vuelvo a mi posición como si fuera una ligera nube de algodón. Me gusta jugar, me encanta, la brisa se convierte en mi mejor compañera de juegos. Pero cae la tarde y mi encantadora compañera se aleja muy despacio. De pronto, siento una quietud terrorífica. Me giro hacia la zona sur del parque ,veo como los árboles se agitan furiosos. Levanto la vista y cientos de compañeras sobrevuelan mi copa del árbol en una lucha incesante por aferrarse a alguna rama.
Está cerca- me dije a mí misma.
Pero no tuve tiempo de pensar en nada más, la ligera brisa se había convertido en un fuerte viento enfurecido, despiadado… Noté como su fuerza descendía hasta la raíz de mi árbol para elevarse poderoso. Mi rama se tambaleaba bruscamente y hacía que mi cuerpo ya no tuviera aquel movimiento suave, acompasado. Todo lo contrario, me retorcía muerta de frío, sacudida por aquel ser invisible. Intenté aferrarme a mi rama, mantenerme erguida mostrándome desafiante al viento…Pero cada vez estaba más débil. Sólo habían pasado unos minutos, pero para mí eran horas de lucha y mi cuerpo se desvanecía sobre la fría rama. Cerré los ojos, permanecí en esa posición a merced del viento.
Quizás mañana me despierte y esto sólo haya sido un mal sueño- pensé mientras mi cuerpo se rasgaba.

2 comentarios:

aprendeconbea dijo...

Ni en las condiciones más hostiles hay quie te gane. Resistes a la adversidad ofreciendo al mundo tu linda sonrisa.

Anónimo dijo...

Negra, como siempre, me sorprendes.