11/11/08

Confesiones de un Wolf ciertamente desorientado

Hubo un tiempo de lobos. Aparcábamos los aullidos en doble fila entre los árboles del bosque. Esperábamos agazapados, hacíamos crucigramas, a cada rato nuestros ojos hambrientos se revolcaban a lo lejos por la oscuridad, como quien busca. A nuestras orejas grandes para oír mejor les llegaba en algún momento un crujido de hoja seca, la noticia de una pisada ligera, útil, infantil. Abandonábamos entonces los escondrijos y los crucigramas, nos arreglábamos la corbata, nos afilábamos los colmillos, y guiados por nuestro agudísimo olfato ubicábamos con exactitud los latidos de un corazón. Cada uno seguía su camino más corto; todos engañábamos y masticábamos con oficio. Ningún lobo regresaba a su cueva al amanecer sin haber escupido la espina de la sonrisa de una caperucita...

Pero érase una vez... Recuerdo a la perfección aquella extraña noche de octubre... La luna flotaba desganada entre la tierra y el cielo. Un búho cantaba My way desde una rama. Yo aguardaba tras unos matorrales jugando al ajedrez contra mí mismo y bostezaba con entusiasmo. El cuento de este cuento empezó como un rumor, un rumor suave que devino en algazara, ruido de colores que existen y salpican. ¿El origen cada vez más próximo de ese inesperado y amable concierto? Un grupito de muchachas, unas caperucitas risueñas, isleñas, tan azules, tan negras, tan verdes, tan púrpuras, tan amarillas, tan blancas, tan a rayas, tan naranjas, tan rojas, tan rosas... Aquel festín imposible pasó a mi lado sin verme, sin prestarme su atención ni su miedo. De sus conversaciones y caperuzas caían lindísimas historias y aventuras con las que me entretuve hasta que me sorprendió el alba...

Aquella extraña noche de octubre la mayoría de los lobos, incapaces de llevarse nada a la boca, huyeron del bosque. Sólo los más curiosos permanecemos todavía aquí, confundidos, camuflados, disfrazados de excursionistas extraviados o de osos hormigueros. Siempre tuve la impresión de que las caperucitas nos reconocen, porque no nos miran sin que se les escape una sonrisa. Con el mismo apetito con que antes anhelábamos comérnoslas, ahora sólo deseamos leer, leerlas, leeros... Auuuuuuuuuu!!!!

5 comentarios:

luna dijo...

Veo que Wolf ha aprendido la lección de Caperucita Negra y se muestra cauteloso. Se quedará usted con mejor sabor de boca, leyéndonos que comiéndonos.

Anónimo dijo...

Caperucita Azul me ha dicho (cómo me cuesta trasladarle esto...), me ha dicho..., Fisquito-Wolf, que está encantadísima con que quiera leerla a ella y a las otras caperucitas. Está realmente conmovida, ¡conmovidísima!, por esta historia que ha colgado usted de un árbol mientras todas dormían.
Me ha dicho, además, literalmente y tras una acalorada discusión en la que yo le recordaba que es usted... ejem...ejem... ¡un lobo!...:
-"¡es adorable, y punto!".
La azulita confiesa (¡confiesa!), que el bosque se ha convertido en algo aburrido sin los colmillos de usted, sin la marca de éstos en el cuello de ella...
Lo extraña, señor Fisquito-Wolf, lo extraña...
(¡Oh!¡¡El alba necesitará insulina...!!)

Scherezade dijo...

No sólo sonrío mientras te miro, también mientras te leo. Me alegro enormemente de que fueras de los lobos curiosos. Besos de color verde.

Anónimo dijo...

Luna, disculpe la falta de tacto de nuestros antepasados feroces. Espero que este sea el principio de una relación más amistosa, menos digestiva, entre lobos y caperucitas. Le tiendo la garra.

La que vuela, comuníquele, por favor, a mi queridísima Caperucita Azul que me hace mucha mucha ilusión (no se imagina cuánta) que le haya gustado la historieta. Dígale, además, que ella es la excepción que confirma el mordisco, que es la única caperucita a la que no sólo quiero leer, que mis colmillos... en fin... que mis colmillos volverán a abrazar su cuello (tampoco me importaría probar el de usted, señorita La que vuela, por aquello de besar al mensajero). Y hágale saber, finalmente y aunque los niveles de azúcar del alba se disparen, que la extraño, la extraño más... ¡y punto!

Scherezade, no sólo sonrío cuando te miro mirarme sino que también río cuando te leo. Imposible no ser un lobo cuirioso en un bosque repleto de curuisidades. Aullidos cariñosos. Hasta pronto?

luna dijo...

Querido amigo (no sé si llamarlo Wolf o Fisquito) disculpe mi ímpetu, pero soy una Caperucita traviesa y me gusta hacer rabiar al lobo. Pero si tiene la oportunidad, le invito a que me conozca a través de mis palabras, que muchas veces se cubren de ternura en este bosque mágico. Mi madre, Caperucita Azul, me ha contado maravillas de usted y estoy encantada de que salga a pasear por nuestro bosque.