8/11/08

Rapunzel

Había una vez un campesino
que comía el potaje como un cochino.
Un buen día su esposa embarazada
le dijo "Deja a un lado ya esa azada
y tráeme del huerto de la vecina
un buena col y me la cocinas."

El pobre campesino sin chistar,
por miedo a su mujer, dejolo estar
y esa misma noche brincó al huerto
-en tal hazaña casi se queda tuerto-
de una vecina suya muy malvada
a la que todos llamaban bruja amargada.
"¡Qué bello cultivo!" –verde, por supuesto-
y robó sin más por falta de presupuesto.

La esposa majadera tras la fecha
seguía, al no comer coles, insatisfecha
y cada noche al salir la luna
su marido robaba al menos una.
En este salta y roba que te roba,
la dueña lo miró sin darle coba.
"¡Te juro que te mato, sucio ladrón!"
"Señora, déjeme darle una explicación."

Tras una larga charla sobre el acto,
campesino y vieja hicieron un pacto:
la vida al hombre la bruja perdonaba
y un suministro de coles le regalaba.
¿A cambio? Su hijo primero
- o eso, o al caldero-.

Un día en que su padre olía nauseabundo
la pequeña Rapunzel llegó a este mundo.
La bruja, complacida, cuidó a la criatura
hasta que más tarde le dio por la locura:
encerrola en lo alto de un gran torreón
en el que no había puerta ni televisión.

Todos los días antes de comer
iba la bruja a la joven a ver
"¡Lanza la trenza, Rapunzel, amada!",
y el tocado la niña tiraba indignada
porque subía la vieja de forma tal
que parecía que pesara un quintal.

Un joven hambriento oyó a Rapun cantar
y sin más miramientos dirigiose al lugar
mas cuando vio la torre, pareciole la Agbar.
"Si escalo esta cosa me voy a matar."
Esperó escondido tras un gran arbusto
hasta que sintió un olorcillo que daba gusto.
La bruja traía un tupper de lasaña.
"¡Dios mío, qué hambre!", mirola sin saña.

"¿Me das un trocito?", preguntó el muchacho.
La maga prendada, partiole un buen cacho.
"Apuesto joven, ¿tenéis prometida?"
"No tengo, señora. ¿Le queda bebida?"
"Te doy lo que quieras si te casas conmigo."
"Me caso, me caso, ¿tendrá usted algún higo?"

Volvió con la bruja al huerto de coles
-tardaron, por cierto, como caracoles-.
Plantaron en él semillas por un tubo
y aquel duro invierno, gazuza no hubo.
Realizada sintiose la bruja al fin amada
y él comía de todo: hasta la ensalada.
Ella preguntaba: "¿Servirte me dejas?"
"Sirve, por favor. Adoro tus lentejas."

Y fueron felices y comieron perdices.
Y tú pensarás: "¿Y de la niña qué dices?"
La niña por móvil llamó a los bomberos,
y salió con trabajo de aquel agujero.
Se hizo más tarde adicta a los tés
y pelona quedose al fin del estrés.

6 comentarios:

aprendeconbea dijo...

La forma y el fondo,todo es genial.
Felicidades

Scherezade dijo...

Gracias. Adoro a Roald Dahl...

Anónimo dijo...

Creo que Dahl estaría muy orgulloso de ti, como el resto de las caperucitas... (Has puesto es listón muy alto, que lo sepas...)

Anónimo dijo...

Scherezade narra un cuento,
lo escribe en verso,
qué cosa tan maravillosa,
no sé qué destacar,
ante esta hazaña solo me queda rezar,
enhorabuena Schere,eres genial,
una princesa tan buena como el tal Dahl.

Me gustaría ser el sultán Shahriar...un besito.

Pepitapulgarcita dijo...

jo, y tan alto... ;)

Jesus Diaz Armas dijo...

¡Bien! ¡Bravo, verdezade!
Empieza el ciclo de brujas. Ya tenemos a la bruja verde. Y roaldahlescamente transformada: la bruja y el muchacho a lo suyo; Rapúnzel olvidada en el torreón. ¿Quién se anima con Hansel y Gretel?