9/12/08

Una hojita llamada Esperanza

Esta es la historia de la hojita Esperanza. Bueno, al principio no tenía nombre. Era simplemente una hoja más de un hermoso y viejo castaño. Nuestra hojita fue creciendo y pasando por diferentes tonos de verde hasta que llegó el día otoñal en que adquirió un lindo color rojizo y la madurez suficiente para emprender el vuelo.
Pronto fue viendo como funcionaban las cosas. Los niños, ancianos o cualquiera que paseara por aquel frondoso parque se acercaba al suelo y se llevaba una hoja. Ella esperaba ilusionada a esa persona que la elegiría a ella. Pasó algún tiempo, y vio como cogían a las de su lado, a las de un poquito más allá… pero no la cogían a ella. No entendía el motivo porque ella pensaba que era tan valiosa como las demás. En algunas ocasiones llegaron a recogerla del suelo pero luego elegían a otra o se iban con las manos vacías. Esto le hacía aún más daño. Dejó de confiar en esas personas que se le acercaban y lo que es peor, empezó a perder la confianza en sí misma. Pensaba que no valdría tanto si nadie sabía verlo.
Pasó el tiempo y aprendió a verle ventajas a su soledad, aunque en el fondo de su corazón deseaba justo lo contrario. Y un buen día, una mañana soleada en la que se dedicó a disfrutar de la belleza de la vida sin preocuparse por esas cosas que anhelaba, su deseo se hizo realidad.
Una chica de mediana edad se acercó a mirar las hojas del suelo y sin dudarlo ni un momento la eligió a ella. Y esta vez la hojita no tuvo ninguna duda. Vio en esa chica una enorme seguridad y la satisfacción de haber encontrado lo que durante mucho tiempo estuvo buscando.
La chica llevó este tesorito a su casa, la limpió, la prensó y hasta le dio un barniz para que estuviera siempre reluciente. La puso en su mesita de noche. Por fin nuestra hojita estaba en el lugar privilegiado que se merecía y con alguien que la iba a querer para siempre. Tal vez las otras hojitas, a las que habían escogido mucho tiempo antes, no habían corrido la misma suerte y estaban ahora olvidadas en un libro o en pedacitos en algún bolsillo. Pero ella, sin embargo, se sentía la hojita más especial del mundo. La larga espera, había merecido la pena.
La chica se deleitaba a menudo contemplando esa delicada belleza. Un día estuvo mirándola mucho rato con expresión pensativa e incluso ojos rayados. Parecía como si la chica entendiera a la hojita y todo lo que ésta había pasado hasta llegar a sus manos.
Y claro que la entendía. Porque ella sentía lo mismo. Siempre había sido espectadora de las bellas historias de las demás y deseaba saber lo que se sentía siendo la protagonista. Había visto pasar los años y las oportunidades sin que nunca llegara su turno. También había perdido la confianza en los demás y hasta en ella misma porque hiciera lo que hiciera nadie la elegía.
Al mirar a la hojita pensó que ella podría tener la misma suerte. Y ya no tenía duda en que un buen día aparecería alguien que supiera apreciar todo lo que vale y la querría más que a nada en el mundo.
Entonces llamó a la hojita: Esperanza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tu cuento es como las nubes dulces, un poco de chocolate y tenemos la fondue... (jijijiji)