21/12/08

Incoloro

De cómo Yosi descubrió la reflexión y la refracción.

En el país Incoloro todo era confusión. Las ovejas se perdían en el prado blanco y el pobre pastor se pasaba horas buscándolas. Muchos no sabían si eran ellos o su propia sombra. Si hubieras ido de compras en Incoloro te habrías dado cuenta de que no había mucha gama de colores dónde elegir, estaba el blanco, el negro y el gris. Debías tener cuidado de no vestirte a rayas porque muy probablemente habrías acabado en la cárcel. No sabéis la facilidad con la que se falsificaban billetes en Incoloro: puras fotocopias. Nadie veía la vida color de rosa, porque no existía este color, sólo la veían color gris, los más pesimistas la veían negra, negra… ¿Habéis probado alguna vez una sandía blanca y negra? Es como comerse un balón de fútbol. Tampoco había príncipes azules, sólo príncipes blancos que en cuanto pisaban un charco, se volvían príncipes oscuros… El mar era gris marengo y la comida en este sitio sabía a papel de periódico.

Nadie sonreía jamás. Todo era muy triste en Incoloro. Tanta pena daba el lugar que algo sorprendente ocurrió un día: el cielo se puso a llorar. Lloraba y lloraba gimiendo truenos de vez en cuando. El sol salió a consolarlo tras un tiempo pero cuando se abrió paso entre las nubes, sus rayos atravesaron las lágrimas del cielo y éstas se rompieron dejando salir los colores. Había siete en total y juntos jugaron aquella tarde a la rueda de San Miguel.

Hace mucho que no paso por allí pero me han dicho que ahora las sandías son verdes y rojas, hay príncipes azules como el mar y la gente ve la vida color de rosa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Oh! Yosi..., gracias por devolvernos el color... ¿Qué sería de mí sin la reflexión y la refracción?