11/1/09

El nacimiento de la infinita

Nací cuando el Sol y La Luna se dieron un beso.
Era el comienzo de todo y reinaba una oscuridad absoluta. Las ánimas volaban tímidas, temiendo lo desconocido. El aire era irrespirable, y el frío, insufrible.
De repente, una luz se alzó de las tinieblas. Todos los seres quedaron petrificados de terror. Pero el resplandor de su cuerpo iluminó toda la Tierra, todo el espacio. Era la visión más hermosa del mundo. Una bella y frágil joven surgió de la luz y les pidió a los seres que no tuvieran miedo, pues venía a traerles el bien más preciado que pudieran desear.
Todos vieron a La Reina Luna derramar una lágrima.
-¿Por qué lloras?- preguntó la joven con voz dulce.
– Porque lo que más deseo en el mundo es alguien que ilumine mis días, que dé calor a mi pueblo y limpie este aire. No quiero vivir en soledad…-
-Seca tus lágrimas, mi Reina, porque he venido para ayudarte.-
A lo lejos se vio un resplandor que se acercaba poco a poco. Mientras lo hacía, cada vez se notaba más calor. Finalmente se distinguió una figura tan hermosa que la Luna quedó locamente enamorada de ella. Era el Rey Sol, que se acercó lentamente a la Reina y la besó apasionadamente. En ese momento un escalofrío recorrió el cuerpo de la Luna, en ese momento nací yo, el amor.

1 comentario:

Scherezade dijo...

Mi visión de un eclipse ha cambiado totalmente...