27/12/12
13/8/09
Mi pequeña luna
y un suspiro celestial sale de su boca.
Mis manos rozan su piel blanca, aterciopelada , mientras ella se mece en su cuna.
No puedo dejar de mirarla, nota mi presencia,
sus ojitos se abren lentamente y me sonríe.
Tiemblo, me estremezco, la amo.
Duerme pequeña luna, duerme...
4/5/09
Estrepsis el extraterrestre
-¡Uy! ¿Pero qué ha pasado? –se preguntaba desde el suelo, pues era allí donde estaba ahora su cabeza.
Sus pies, en lo alto, daban pasos por el aire haciendo que Estrepsis pareciera un helicóptero verde a punto de despegar. Y una mano en el ombligo, y la otra en el trasero, y la boca en la rodilla y sus tres ojos en el cuello…
El pobre Estrepsis no sabía que hacer, ya no podía corre que te corre, rota que te rota, de un lado a otro, limpiar los anillos de su planeta. Y se sentó, como pudo, sobre la mano que ahora estaba en el trasero y lloró por sus ojos que ahora estaban en el cuello, y dio gracias al dios sol por no tener nariz.
De pronto apareció por allí un hada marciana muy bella, con unas orejas enormes y verdísimas, que se agachó para dirigirle la sonrisa más encantadora y con los dientes más amarillos que Estrepsis había visto nunca.
- ¡Uy! ¿Pero qué te ha pasado?
- ¡Oh! Bella hada marciana, no lo sé. Yo andaba como cada día, corre que te corre, rota que te rota, limpia que te limpia, de un lado a otro, los anillos de mi planeta. Y, entonces, justo cuando más cansado estaba, ¡zas!, mi cuerpo se vuelve loco y me deja como un puzzle a mal montar. Hada marciana, ayúdame, coloca cada cosa en su lugar.
El Hada marciana se apiadó de Estrepsis, si el cuerpo se distribuía de una forma era por una lógica razón, así que no ayudar al pobre extraterrestre enano sería como convertirlo en cactus de criptonita y eso sólo lo hacían las brujas marcianas. Como ella no era una bruja, sino un hada, le dijo a Estrepsis que, si prometía andar con un poco más de calma, con un hechizo, todo volvería a su sitio.
- Hada marciana, ¡te lo prometo por Plutón!
- Está bien, por el poder que me concede la superficie lunar, yo te devuelvo cada miembro a su lugar.
Y así fue que Estrepsis se apuntó a clases de yoga, y aprendió a respirar, y a no andar siempre corre que te corre, rota que te rota, limpia que te limpia, de un lado a otro, los anillos de su planeta…
25/4/09
¡Aprieta el botón!
Juanito era muy listo y leía muchos libros, así que un día que se aburría decidió inventar un aparato para capturar estrellas. El primer día de curso había conocido a una niña muy linda que se llamaba María y, cuando la profesora de Conocimiento del Medio explicó los planetas, satélites y demás, la vio volverse hacia Lucía y decirle que lo que a ella más le gustaba del mundo eran las estrellas.
De modo que él se la conseguiría. Trabajó varias horas, sin descanso, un domingo de enero y, antes de que su madre lo llamara para cenar, Juanito había construido una enorme máquina repleta de botones y palancas que servían para medir distancias y otros datos de esos de los que venían en los libros de ciencias de su hermano Alberto.
Apenas pudo cenar y eso que había macarrones con arbejas, su comida favorita. Tampoco pegó ojo en toda la noche y, durante toda la mañana del lunes, apenas pudo contener la emoción y las ganas de contarle a María que pronto, muy pronto, tendría su estrella.
Llegó la tarde y Juanito aprovechó la hora en que todos dormían la siesta para subirse a una nube cercana y esperar a que cayera el sol. La espera no fue muy larga, entretenido como estaba en comprobar el buen funcionamiento de su máquina mágica, así que, en menos de lo que canta un gallo, allí estaba ella, la primera estrella de la noche.
Y era tan bella que por un momento casi olvidó por qué estaba sobre una nube con un aparato lleno de teclas de colores. Pero aparecieron más estrellas, y el cielo parecía la cara de María, todo lleno de sus pecas. Entonces recordó. ¡Juanito, aprieta el botón! –se dijo. Pero los nervios lo traicionaban y apretó ocho o nueve botones antes de darse cuenta de que, para atraparla, necesitaba tocar el redondo y azul.
A punto estuvo de caer de la nube por el peso de la estrella, y de quemarse también, porque desprendía mucho, mucho calor. Tampoco podía mirarla directamente, corría el riesgo de que la luz lo dejara ciego, así que la envolvió en una manta especial y la escondió en su mochila sin que nadie, absolutamente nadie en la casa se diera cuenta.
A la mañana siguiente, en el recreo, Juanito quiso enseñar a María su regalo pero cuando abrió la maleta vio que algo no marchaba bien. No había ni luz, ni calor. La estrella había enfermado y moriría si no hacían algo rápido, dijo ella.
Entonces se colaron en la cocina y escondieron la estrella en el horno, a una temperatura adecuada según la máquina mágica y, cuando acabaron las clases, ambos, fueron a casa de Juanito, se subieron a la nube, y esperaron el momento en que podían devolverla sin peligro, es decir, cuando volviera a salir la primera estrella.
Allí estaba, tan bella como la primera vez, ensimismando a Juanito de nuevo, tanto que… ¡Aprieta el botón! –escuchó la voz de María y, en un segundo, estaba su luz en el cielo.
- Gracias, Juanito –dijo la niña.
- ¿Por qué?
- Por regalarme una estrella…
- De nada, María. Además, al final la devolvimos.
- No importa porque, ¿sabes lo que más me gusta del mundo?
-¿El qué?
- El arco iris.
23/4/09
Las quintillizas y los tres lobos...
Para llegar al pueblo había dos caminos y, no porque fueran perezosas, sino porque tenían prisa, decidieron tomar el más corto de ellos, ése que era tan famoso por ser muy peligroso. No habían hecho ni un kilómetro cuando se les apareció el lobo psicomotor, un lobo hiperactivo que trató de asustarlas con patrones motores y habilidades motrices básicas. Dio dos mil vueltas sobre sí mismo en una centésima de segundo y dijo:
- ¡Cambio! ¡Rotación!
Las quintillizas lo miraron y rotaron de allí, mientras él continuaba dando vueltas en rededor, hablando y tomando notas sin parar.
Antes de pasar el segundo kilómetro, encontraron al lobo sociólogo que, en realidad no era un lobo sino una loba intelectual que las acompañó casi hasta el pueblo de la abuela, hablándoles de individuos de clase subalterna, estructuras, instituciones y meritocracia. Se retorcía las manos sin parar y hablaba, también sin parar:
- Como decía Bernstein, el código elaborado es propio de…
De nuevo, las quintillizas pudieron escapar sin problema y, mientras se preguntaban el por qué de la fama de fieros de estos lobos y la peligrosidad del camino, se toparon con otro lobo más, el famoso lobo-orquesta que iba acompañado de su guitarra y dos o tres partituras. Quiso obligarlas a cantar la canción del pirata y la tortuga y a tocar, para acompañar, la clave con la mano derecha, los crótalos con la izquierda y la pandereta alternándose con los pies.
- Y, ahora, después de la canción, ¡los criterios de evaluación!
Aprovechando que el lobo buscaba los instrumentos, las niñas continuaron su camino y, en tan sólo unos minutos, estaban en casa de la abuelita comiendo un pastelito y contándonos este cuentito.
18/4/09
El armario de las princesas...
Caperucita Verde se viste de Rock & Green
Tras la llegada de la primavera a nuestro bosque, las caperucitas del arcoiris se proponen renovar su armario guardando, con mucho esmero, todas aquellas chaquetas, botas y bufandas que tanto han usado este frío invierno, para hacer sitio a nuevas prendas y así poder acompañar estos días cálidos y frescos con un mix de tendencias de actualidad, de naturaleza salvaje y si nos atrevemos, aires rockeros y desenfadados, sin descuidar los detalles que aportan los complementos: Ces´t urban chic!
Nuestra Caperucita Verde vestida con este look inmejorable para el día a día, evoca a las chicas de la artista francesa Sophie Griotto, que presenta a una mujer vestida de forma cómoda y sencilla, pero gracias a los complementos, con un estilo especialmente sofisticado...
Nuestra estilista de princesas A.L. propone para esta primavera irradiar frescura y naturalidad.
¡Con estos consejos no hay quien se resista a nuestras campanillas de colores!

15/4/09
La sombra del lobo
Una mariposa dibuja sus lágrimas por el camino de agujas, pero ella no lo ve, descosiendo como está su saliva por la senda de alfileres, bebiendo las últimas gotas de un aroma, de un aliento apresado en el cielo de su boca.
En el viaje a los pulmones los cristales la acarician, y ella se despide de una sombra cálida, oscura, lejana.
Mientras, el sol se pone tiñendo todo de color anaranjado.
6/4/09
La última estación...

Cada día que recuerdo he acudido a nuestro encuentro,
He ido a nuestro andén.
¿Sabes cuántos viajeros han entrado y salido de mis vagones
Y cuántas cargas he soportado por sentirte cerca, al menos una vez?
Por nuestra estación han pasado ya tantas personas...
De un lado a otro, a toda prisa, deambulando...
Y yo, muy a mi pesar, he de decirte
Que esta ansiedad, por no encontrarte, me está matando.
Siento que he pasado demasiado tiempo buscándote,
Necesitando divisarte y así mantener viva mi ilusión.
Y apenas, alguna vez, he adivinado algún esbozo
Quizás alguna chaqueta, algún lunar e incluso, alguna canción...
¡Me rindo!
Abandono este tormento.
Mi trayectoria ha concluido.
Me dispongo a expirar mi último aliento...
Cuando pienso que quizás siempre viniste conmigo.
Y muero, siendo este, mi último pensamiento.
A L.G. por pintar de lila mis lagunas
31/3/09
Caperucita Roja en infográficos
Ésta es la versión más detallada que he visto de Caperucita Roja... ¡Íntegramente en infográficos!
Al estudiante de diseño Tomas Nilsson le tocó reinterpretar el clásico cuento infantil de Caperucita Roja con un resultado extraordinario. Utilizando una gráfica e iconografía que recuerda los video juegos y una animación 2D, fue desarrollando la historia de forma infográfica otorgándole mayor peso a los elementos que la desarrollan.
22/3/09
ACROSTITERACIÓN
invitando a vuestra vista velozmente a averiguar
el mensaje que entre uves está aquí mismo envuelto.
No olvidéis que los vocablos aprendieron a viajar.
Se han vestido vagamente con motivo de este evento,
a pesar de los reproches, de columna vertebral.
En una valiosa varilla las palabras se vertieron,
ni que decir tiene, que su orden invirtieron.
Viendo la vertical posición en que quedaron al volcar,
en verdad son muy fáciles los vocablos de encontrar.
Recuerdo un vivo color que con vital determinación
decidió en esta verborrea causar veneración.
El tono al que me refiero no tiene comparación.
18/3/09
El armario de las princesas...
Nuestra estilista A.L. ha ideado un look sport-chic para el lobo del siglo XXI. Un estilo sport unido al diseño más vanguardista, mezclando en su justa medida, elementos de la cultura urbana/underground con otros más deportivos. Y nos muestra al señor Wolf como un lobo bueno y que además... ¡Está bueno!

16/3/09
Mi secreto
Cuando lo abrí empecé a leer y me perdí en un laberinto lleno de multitud de palabras, palabras que hablaban de secretos... Me di cuenta de que estas palabras habían sido escritas con distintas tipos de letra y que en eran anónimas. Cuando terminé la última frase me percaté de que había un hueco para escribir al final y me dio entonces por contar mi secreto como otros habían hecho antes que yo.
Al terminar de escribir llegó mi madre que venía de hacer la compra y me vio con el diario en la mano. Soltó una pequeña risita y dijo: - Ya lo descubriste. Este diario ha sido escrito por las distintas generaciones de nuestra familia, sobre todo por las mujeres. En él contamos nuestros secretos... – Sentí que era especial en cuanto lo abrí...
12/3/09
La hoja y el viento

Y te siento...
Siento tu presencia en el ambiente...
El cielo se estremece a tu paso
Y se eriza con tu tacto...
Respiro...
Y te huelo...
Siento tu olor embriagar mis sentidos...
Respiro el paisaje amarillento
Tu perfume otoñal lo ha empapado de metáforas...
Respiro...
Y te veo...
Siento tu fuerza arrastrándome al abismo...
Miro a mi alrededor y no veo otra cosa que no seas tú
Invades mis pensamientos, te vuelves omnipresente...
Respiro...
Y te abrazo...
Respiro...
Y me dejo caer...
Respiro...
Y te amo...
Respiro...
(I´m actually yours... E.A.)
11/3/09
– ¡Achís! – ¡Jesús! – ¡Gracias!

Dani estaba enfermo. Su madre le puso el termómetro y después de comprobar la temperatura, dijo que ese día no iría al colegio. El pobre chico no hacía más que estornudar.
– ¡Achís!... pero mamá, me voy a aburrir metido todo el día en la cama.
– Pues lee un libro. – Le dijo su madre mientras salía hacia la cocina después de haberlo tapado bien con la manta.
El niño miró unos segundos la estantería. Había muchos libros de cuentos en ella. Casi todos eran regalos de cumpleaños. A Dani no le gustaba mucho leer, prefería jugar a la consola o ver la tele un rato pero su madre no le permitiría salir de la cama. No había otra opción: debía pasar el rato frente a un montón de celulosa hecha láminas y un puñado de letras aburridas. Detuvo la mirada en el lomo de uno de aquellos libros "Jack y las judías mágicas", ponía. Dani odiaba las judías. Abrió el libro y comenzó a leer.
– "Jack vivía con su madre, que era viuda, en una cabaña del bosque. Como con el tiempo fue empeorando la situación familiar, la madre terminó por mandar a Jack a la ciudad, para que allí intentase vender la única vaca que poseían. El niño se puso en camino, llevando atado con una cuerda al animal, y se encontró con un hombre que llevaba un saquito de judías. –Son maravillosas –explicó aquel hombre–. Si te gustan, te las daré a cambio de la vaca. Así lo hizo Jack, y volvió muy contento a su casa. Pero la viuda, disgustada al ver la necedad del muchacho, cogió las judías y las arrojó a la calle. Cuando se levantó Jack al día siguiente, fue grande su sorpresa al ver…" ¡Achís!– estornudó Dani.
– ¡Eh! ¿Quién eres tú? – oyó una voz detrás de él. Se giró para descubrir que un chico algo sucio y harapiento le miraba con curiosidad.
– ¿Jack? – preguntó incrédulo.
– ¿Te llamas Jack? Vaya, qué casualidad. Yo también me llamo así. – Dani se estregó los ojos y miró hacia arriba.
– He debido caerme dentro pero ¿cómo?
– ¿Caerte? ¿Vienes de lo alto de esta enorme planta?
– No, vengo de fuera.
– ¿Eres extranjero?
– No…no creo que lo vayas a entender….Verás, estaba leyendo un libro…
– No me lo digas, y apareciste en la historia que estabas leyendo.– Dani lo miró estupefacto.
– ¿Cómo sabes eso?
– Estás en un cuento, ese tipo de cosas pasan de vez en cuando.
– ¿Y cómo se regresa?
– Eso nadie lo sabe. Depende del narrador y del tiempo que quiera seguir jugando con los niveles diegéticos. En estos casos lo que suele suceder es que acompañas al personaje principal en su aventura, así que ¿te vienes?
Dani miró hacia abajo. Aquella planta gigante olía muy raro y ya llevaban un rato escalándola. La casa de Jack era ahora un diminuto punto en el suelo. Parecía que no iba a terminar nunca el tronco. De repente no se veía nada.
– Estamos atravesando una nube, por eso todo está tan húmedo. – Cuando terminaron de pasarla Jack dijo:
– Salta, caminemos un poco para ver adónde vamos a parar.
– ¿Estás loco? Nos caeremos. ¿Cómo vas a caminar sobre algo que acabamos de atravesar? ¿Es que no has tenido ninguna clase de física en tu vida?
– ¿Y tú nunca has tenido una de literatura? Estás en un cuento, mendrugo. Aquí estas cosas se pueden hacer. – Dani saltó tras Jack cerrando los ojos. Los abrió. Estaba a cuatro patas sobre algo que parecía un montón de almohadas amontonadas.
– Esto no tiene ningún sentido…
– ¡Mira! – exclamó su compañero. – ¡A lo lejos! ¡Un castillo!
– ¿Pero quién se ha molestado en subir todos esos ladrill…?
– ¡Corre! ¡Vamos!
Al llegar a la entrada se detuvieron, jadeantes por la carrera. La puerta era inmensa.
– ¿Y ahora que hacemos?
– Pues llamar, supongo. – Y así lo hicieron. Hubo un silencio que duró unos segundos hasta que se oyó el crujir de la puerta al abrirse. Entraron.
Todo allí era de un tamaño descomunal. Anduvieron un buen rato hasta llegar a lo que parecía una cocina gigante.
– ¡Estamos en la casa de un gigante! ¡Vámonos de aquí!
– ¡¿Quién anda ahí?! – se oyó una voz que sonó como si acabaran de insultar a la madre de alguien.
– ¿Cómo se te ocurre ponerte a gritar en medio de un allanamiento de morada?
– ¡Huelo a carne humana! – gritó el gigante de nuevo (esta vez su voz sonó como la de alguien que saliva cuando habla).
– ¡Corre! – dijo Jack. Y los dos chicos atravesaron de nuevo la cocina a toda prisa pero el gigante los esperaba en la puerta.
– ¡Os voy a meter en la olla! No os escaparéis – bramó acorralando a los dos con sus manazas. Pero justo en ese momento a Dani no se le ocurrió otra cosa más que estornudar…
– ¡Achís!
Permaneció con los ojos cerrados un instante, esperando que lo echaran en una gran olla con agua hirviendo y deseando que sus gérmenes dieran un golpe de estado en el cuerpo de aquel ser enorme. Pero no ocurrió nada. Abrió los ojos para descubrir que estaba de nuevo en su cama, medio destapado y con el libro entre las manos.
– Me he dormido – pensó y un cosquilleo le recorrió de nuevo la nariz… – ¡Achís! – estornudó.
– ¡Jesús! – se oyó una vocecilla que venía de dentro del libro. Dani sonrió.
8/3/09
20/1/09
¿Cómo se puede volar sin una plancha?
El caso es que me encontré a mi abuela con la vieja tabla de planchar y lo que me pareció una enorme cantidad de prendas arrugadas y destartaladas. Siempre me reconfortaba ver a mi abuela, tenía un efecto sedante y tranquilizador en mis turbados pensamientos, pero esa tarde sucedió algo que lo cambió todo. Mi madre parecía preocupada por la escena y, suavemente, de una manera casi imperceptible salvo para mis entendidos sentidos en estos asuntos, regañó a mi abuela.
-No debes hacer esto, mejor descansa que ya lo haré yo luego –le dijo.
Pero mi abuela, con una sonrisa, le contestó –¡Esto lo hago yo volando!
¿Volando? –me sorprendí.
Parece que mi madre no se percató, pues con otra sonrisa se dio la vuelta y se marchó, pero yo no podía parar de pensar, de imaginar, de soñar…. Mi abuela podía volar.
En un primer momento desarrollé la teoría de que usara la plancha como medio motor para planear, pero la verdad es que no me atreví a preguntar.
Los siguientes días fueron días de hipótesis y fantasía. Si puede volar, ¿cómo es que no la ve nadie? ¿Me podría llevar con ella? ¿Haría mucho frío? Ella no se abrigaba mucho así que esa fue fácil de contestar.
Desde entonces nunca dudé de su capacidad pero, por alguna extraña razón, no me atrevía a preguntar. La espiaba siempre que planchaba y no la vi nunca despegar ni un centímetro los pies del suelo, sin embargo, reitero, nunca dudé de su don.
Una tarde me pidió que le acercara un pantalón y reuní todo el valor que pude, que no era poco aunque a mí me lo parecía.
-Abuela, ¿me podrías llevar contigo?
Y, ella, sin apartar la vista de la plancha dijo – ¿a volar?
¿Cómo lo sabía? ¿Cómo se dio cuenta de que me refería a eso? Daba igual, había superado mis miedos y no iba a permitir quedarme como un pasmarote ante su pregunta. –Sí, abuela. ¿Cómo lo haces?
- No lo sé –dijo- Nunca me ha importado el cómo, es mucho mas importante el porqué y ese porqué es un secreto. Eso sí, siempre que puedo vuelo, menos de lo que me gustaría, pues debo volver aunque no me apetezca. Y debes saber otra cosa, antes de poder volar tienes que estar preparado.
Pasé un par de años, quizás tres, siguiendo los dictados de mi abuela para poder volar. Reconozco que, durante el primer año, mi ansiedad era muy grande, hasta hubo momentos de gran frustración y es que, en todo ese tiempo, nunca me enseñó a utilizar la plancha, ¿y cómo podría volar sin una plancha?
Básicamente, el entrenamiento consistía en leer, leer muchos y variados libros estratégicamente seleccionados por ella.
- Estos te enseñaran a despegar –dijo-, Onetti, Cortázar, Márquez, Benedetti, Allende…
-Y estos a planear, Kerouac, Bukowski, Auster, Gisberg…–sentenció.
Según me explicó, debía seguir descubriendo miles y miles de autores que me harían volar cada vez más alto cuando llegara el momento adecuado.
Al principio me costaba bastante, pero reconozco que poco a poco se fueron haciendo conmigo, me atraparon, y ya no pude parar.
Otra parte del entrenamiento se basó en una cuidada y mimada elección de películas, muchas, la mayoría, en blanco y negro y todas, como ocurriera con los libros, me parecieron horrorosas en un principio y me cautivaron hasta la extenuación en un final.
Un día, pasado los años, mi abuela estaba en la cama. En casa había más gente de la necesaria, personas que formaban corrillos llenos de susurros y largos silencios. ¿Acaso se habían dado cuenta del secreto de mi abuela? Corrí y subí lo que me parecieron interminables hileras de escalones que entorpecían mi llegada a la habitación. Abrí lentamente la puerta de su cuarto y allí estaba, tendida en la cama. Recuerdo sus cabellos de plata sueltos, creo que era la primera vez que la contemplaba así, una larga y tupida cabellera blanca como el marfil y brillante como luz de luna. Tenía los ojos entreabiertos y mirando de reojo me sonrió.
- Cariño, voy a volar, voy a volar lo más alto y lejos que he volado nunca –dijo casi en voz baja.
Eso me desconcertó.
- Abuela, ¿puedo ir contigo? –le dije- He entrenado mucho.
- Lo sé, cariño, pero este vuelo no tiene retorno, este vuelo es el mejor de todos. Toda la vida volé con quien me enseñó, toda la vida volé con él. Me preparó, igual que yo a ti, me abrió los ojos y los sentidos a un mundo nuevo que me dejó compartir durante el resto de su vida. Y tú, ahora, sólo tienes que encontrar a alguien, alguien especial que desee volar tanto como nosotros porque, y esto no lo olvides nunca, siempre se vuela mejor acompañado.
Pero abuela –repliqué- tú vas a volar sola.
- No, pequeño –dijo- hoy voy a volar libre, a volar alto. Hoy volveré a volar con él.
Hubo algo en esa frase, una alquimia de melancolía, ansiedad, alegría y reposo que me hizo callar. Me acerqué y la besé en la mejilla.
- Gracias, abuela, por enseñarme a volar…
Para Patricia F. mil besos de mariposa.
Michel P.
(No the end)
11/1/09
El nacimiento de la infinita
Era el comienzo de todo y reinaba una oscuridad absoluta. Las ánimas volaban tímidas, temiendo lo desconocido. El aire era irrespirable, y el frío, insufrible.
De repente, una luz se alzó de las tinieblas. Todos los seres quedaron petrificados de terror. Pero el resplandor de su cuerpo iluminó toda la Tierra, todo el espacio. Era la visión más hermosa del mundo. Una bella y frágil joven surgió de la luz y les pidió a los seres que no tuvieran miedo, pues venía a traerles el bien más preciado que pudieran desear.
Todos vieron a La Reina Luna derramar una lágrima.
-¿Por qué lloras?- preguntó la joven con voz dulce.
– Porque lo que más deseo en el mundo es alguien que ilumine mis días, que dé calor a mi pueblo y limpie este aire. No quiero vivir en soledad…-
-Seca tus lágrimas, mi Reina, porque he venido para ayudarte.-
A lo lejos se vio un resplandor que se acercaba poco a poco. Mientras lo hacía, cada vez se notaba más calor. Finalmente se distinguió una figura tan hermosa que la Luna quedó locamente enamorada de ella. Era el Rey Sol, que se acercó lentamente a la Reina y la besó apasionadamente. En ese momento un escalofrío recorrió el cuerpo de la Luna, en ese momento nací yo, el amor.
9/1/09
"Nothing remains" o el cuento mínimo de Abertal.
La protagonista de mi cuento era azul, como yo, pero ella su azul lo llevaba por dentro y ése color cerúleo la ahogaba como un mar y le pesaba como un cielo. Se acostumbró sin embargo a vivir así, en el pequeño espacio entre el agua y el aire en que se habían convertido sus días. Se dejaba llevar como un alga atrapada en una ola que la arrastra hacia la orilla, hacia cualquier orilla. Pero sabéis que las casualidades, o las “causalidades con elemento sorprendente” como las llamó una vez mi amado Rigoberto Klein, son caprichosas, y que el azul al azul llama…
Un día como todos los días, un día como los demás, un día en que se dejaba columpiar por la marea, encontró una ribera diferente, una en la que el agua y el cielo pesaban menos, una en la deseó abandonarse hasta que se apagara la luz de las estrellas. Entonces abrió muchísimo los ojos, por primera vez en mucho tiempo podía ver, no sólo mirar… Respiró un aire nuevo, sintió una brisa que de verdad la acariciaba y quiso quedarse en esa orilla. Fueron los mejores momentos de su vida, pero ya sabéis, la marea cambia con la luna.
Ella se aferró a la orilla tan fuerte como pudo, durante días el mar se tiñó del rojo de sus heridas, el aire y el agua cada vez pesaban menos, el azul era cálido en los besos de esa arena, y era dulce también, tan dulce que ella no se dio cuenta de que se le escapaba… Pero, cuando llegó el momento no tenía ancla, no hubo tiempo de encontrar una, ni de construirla, y sus lágrimas se fundieron con el mar…
Dicen que su cuerpo sigue vagando arrullado por las olas, sobre el mar, con los ojos muy abiertos, dejando que los días nazcan y mueran, esperando, alguna vez, regresar a aquella orilla.
29/12/08
"El Diario"
Una imagen cualquiera me lleva a la imaginación y la imaginación me llena de sonidos que al salir por la boca suenan como mi silencio… Y proseguí escribiendo....
Yo estaba tan asustada que no entendí lo que decía, salí corriendo y el príncipe se quedó atónito, sin decir palabra.
26/12/08
El lacertón y cómo se convirtió en lágrimas el hielo de los mares
“ Hace miles de años, un rey árabe llamado Kadar (nombre que significa poderoso en árabe), organizó en su palacio un baile, al que estaban invitadas todas las jóvenes casaderas de Jordania, país del que era dueño y señor. Kadar siempre había destacado por ser un joven apuesto, inteligente e inmensamente rico. Sus ansias de poder eran conocidas en toda Arabia y temidas por su pueblo y por los reyes de los países colindantes. Kadar no se detenía ante nada y todo lo que deseaba lo conseguía. Era muy aficionado a visitar a las hechiceras del lugar, en particular a una, Karima. Ésta procedía de una familia de brujos muy respetados, que habían realizado todo tipo de conjuros para los reyes jordanos.
Karima gozaba del beneplácito del rey Kadar, ya que era de las pocas brujas que no conocía límites en sus encantamientos, siempre y cuando fuera bien recompensada.
Comenzó el baile y un desfile de bellas jóvenes ocuparon el salón real. Kadar las miraba fijamente sin perder detalle, cada movimiento, cada mirada, cada parte de sus cuerpos era grabada en la retina del joven rey. Todas ansiaban ser la futura reina de Jordania, por lo que no escatimaban en coqueteos y en algún que otro soborno.
De pronto la mirada de Kadar se clavó en una joven de piel tersa y morena cuyos cabellos eran como la oscura noche del desierto. La joven se mostraba tímida e incómoda en aquel lugar. El rey la mandó llamar con premura y la llevó a un lugar apartado.
- Los dioses te han bendecido, serás la futura reina de Jordania- dijo Kadar con tono altanero. Mandaré llamar a tus padres para que se les dé la dote correspondiente y comenzaremos a preparar la boda, que tendrá lugar en unos días.
Rania (así se llamaba la joven) no había podido pronunciar palabra. ¿Reina de Jordania? ¿Boda? ¿En unos días? La oscuridad de la noche parecía haberse resquebrajado sobre ella. A diferencia del resto de jóvenes jordanas, nunca había deseado ser reina. Por qué ella, se preguntaba.
Y las lágrimas no tardaron en fluir de sus ojos, y se convirtieron en cascadas incesantes durante días. Sabía que ante la elección del rey no había nada que hacer. Su familia estaba feliz y orgullosa, pero nadie pensaba en lo desdichada que iba a ser al casarse con un hombre al que no amaba. Y dicho pensamiento se cumplió. Kadar y Rania se casaron en un festejo digno de Las Mil y Una Noches, pero la joven nunca amó a Kadar. Este rechazo provocó la ira del joven rey, que mandó llamar a Karima.
La astuta bruja, sugirió al rey un cruel encantamiento:
- Si la joven Rania ha tenido la desfachatez de negar su amor al mismísimo rey de Jordania, creo que es justo, que se le niegue ese don. Será confinada a un palacio de hielo en medio del mar, y su corazón se congelará. Todo hombre que navegue por sus aguas será llevado a su palacio y la frialdad de Rania, acabará matándolos. Sólo aquél que le entregue su tesoro más preciado, conseguirá salvarse.
Kadar sonrió con malicia y ordenó realizar el conjuro esa misma noche.
La madre de Nabil, hizo una pausa para beber un poco de cacao.
- Si usted me lo permite viejo amigo, proseguiré ahora con mi historia- dijo Nabil, y se acomodó para iniciar su relato.
Habían pasado unas horas desde la desaparición de Alí bajo las gélidas aguas y el monstruo había se había esfumado como por arte de magia. Los marineros que viajaban en el barco de Alí estaban aterrorizados, iban a morir congelados en aquel lugar. Pero había uno de ellos, que era el ojito derecho de Alí, no sé si del ojo azul o del negro. La cuestión es que este muchacho había aprendido mucho al lado de su patrón y decidió ir en busca de éste.
El resto de la tripulación intentó impedírselo, pero el joven bajó del barco y se adentró en las aguas de la misma forma que Alí lo hiciera horas antes. Anduvo un buen rato hasta llegar al palacio de hielo y al acercarse a sus puertas un gélido viento lo elevó y lo llevó hasta los pies de la reina.
- Qué osado eres muchacho- dijo Rania desprendiendo un frío vaho de su boca de cristal.
- Vengo en busca de Alí y no me iré hasta encontrarlo- contestó el joven marinero.
- Llevo años condenada a estar en este lugar, y nunca jamás ha salido un hombre vivo de aquí. ¿Por qué ahora iba a ser diferente?
El muchacho pensó que de algo le debían servir las dotes de comerciante que había aprendido de su patrón y no dudó en negociar con la reina.
- Puedo ofrecerle las mejores telas de seda de Arabia, los inciensos más refinados e incluso piedras preciosas. Eso sí, a cambio de la vida de Alí.
Rania soltó una carcajada que hizo que las paredes del palacio temblaran.
- Lo siento mucho, pero como comprenderás nada de lo que me ofreces me puede servir de algo en este palacio. Busco compañía y eso sólo me lo puede ofrecer un hombre, aunque al final acaben muriendo.
- Le daré lo que me pida, sólo dígamelo y se lo traeré.
La reina se quedó pensativa y finalmente dijo:
- Alí me ha contado que eres el mejor narrador de historias de Arabia, que tu voz deleita a cuántos tienen el placer de oírla. ¿Es eso cierto?
- Sí señora, así es.
- Ya sé lo que quiero. Quiero tu voz a cambio de la vida de Alí. Así estaré acompañada de tus historias en todo momento y no me sentiré tan sola.
El muchacho se quedó paralizado. Su voz era su tesoro más preciado y no estaba seguro de querer perderla por mucho que apreciara a su patrón. Pero tras meditar largo rato, aceptó la oferta de la reina.
Rania liberó a Alí, y éste y su fiel marinero volvieron a casa junto al resto de tripulantes. El muchacho no volvió a contar historias ni a hablar jamás.
Nabil, tomó un sorbo de cacao y cerró los ojos lentamente, sumiéndose en un profundo sueño. Su madre lo miró preocupada, no sabía por qué, pero tenía la sensación de que el joven marinero que había salvado a Alí, era su hijo Nabil.
Y a partir de ese día, Nabil no volvió a hablar por lo que no llegó a ser narrador.¿ Te ha gustado la historia?- dijo Sadik a Mala.
Mala estaba absorta en sus pensamientos. Aquella historia de amor, de maleficios y de lealtad, le había hecho pensar en su relación con Sadik. Ella lo amaba con locura, pero sabía que nunca iban a poder disfrutar de ese amor en libertad, y eso era como confinar su historia de amor a aquella cabaña.
Se despidió de Sadik con un dulce beso, sin mediar palabra. A partir de ese día no volvieron a verse.
21/12/08
Incoloro
En el país Incoloro todo era confusión. Las ovejas se perdían en el prado blanco y el pobre pastor se pasaba horas buscándolas. Muchos no sabían si eran ellos o su propia sombra. Si hubieras ido de compras en Incoloro te habrías dado cuenta de que no había mucha gama de colores dónde elegir, estaba el blanco, el negro y el gris. Debías tener cuidado de no vestirte a rayas porque muy probablemente habrías acabado en la cárcel. No sabéis la facilidad con la que se falsificaban billetes en Incoloro: puras fotocopias. Nadie veía la vida color de rosa, porque no existía este color, sólo la veían color gris, los más pesimistas la veían negra, negra… ¿Habéis probado alguna vez una sandía blanca y negra? Es como comerse un balón de fútbol. Tampoco había príncipes azules, sólo príncipes blancos que en cuanto pisaban un charco, se volvían príncipes oscuros… El mar era gris marengo y la comida en este sitio sabía a papel de periódico.
Nadie sonreía jamás. Todo era muy triste en Incoloro. Tanta pena daba el lugar que algo sorprendente ocurrió un día: el cielo se puso a llorar. Lloraba y lloraba gimiendo truenos de vez en cuando. El sol salió a consolarlo tras un tiempo pero cuando se abrió paso entre las nubes, sus rayos atravesaron las lágrimas del cielo y éstas se rompieron dejando salir los colores. Había siete en total y juntos jugaron aquella tarde a la rueda de San Miguel.
Hace mucho que no paso por allí pero me han dicho que ahora las sandías son verdes y rojas, hay príncipes azules como el mar y la gente ve la vida color de rosa.
La página que faltaba (en verde)
- Alí seguro que era una persona muy inteligente.-comenzó a decir.- Con tanto viajar de un sitio a otro seguro que aprendió muchas cosas. Si era un comerciante como dices, seguro que navegó por los mares del Caribe. Algunos dicen que allí siempre es verano. ¡Qué calor debió pasar el pobre! ¿Te imaginas? El sol pegando de lleno en la nuca todo el día, las gotas de sudor cayendo por su espalda… No me quiero imaginar el calor que debió pasar si alguna vez fue vestido de negro.
- Él no iba de negro – dijo el niño reaccionando. Aún temblaba. - ¿Ah, no? ¿Y cómo iba vestido, entonces? – preguntó su madre abrazándolo para que entrara en calor.- Iba de blanco. Se pasaba todo el día buscando cosas raras para luego llevárselas con él y venderlas. – a pesar de que aún tiritaba, el niño estaba fuera de peligro. Su madre respiró aliviada. – Seguro que tenía grandes cargamentos de perlas y piedras preciosas. ¿No crees que podría haber convencido a la reina de que lo dejara marchar con algo de lo que llevaba a bordo del barco? – Claro que era un gran comerciante, pero eso no le iba a servir con la reina del mar. Ella era muy poderosa. – Bueno, pero habría algo que no tuviera. – A Nabil se le iluminó la cara de pronto. Había dejado de temblar y se disponía a seguir con su relato.
- Alí colmó de halagos a la reina. Le dijo que una mujer tan hermosa, capaz de gobernar las aguas también debería gobernar el cielo. La reina lo miró complacida Era muy orgullosa, le encantaba oír lo magnífica que era. Alí le dijo que si ella quería, cogería todas las estrellas que había en el cielo y se las llevaría para que fueran suyas, sólo suyas. – No se puede llegar al cielo con un barco – contestó la reina con escepticismo. – ¡Oh, pero sí con el mío! – exclamó Alí mirándola fijamente con sus misteriosos ojos que habrían embrujado a cualquier otra mujer y sacó del bolsillo de su abrigo un par de piedras preciosas que le tendió en la mano. La mirada de ella delató la codicia que sentía. – El cielo mío… - dijo y sonrió con una siniestra mueca. Alí le dijo que necesitaría tres años para recoger todas las estrellas del cielo pero que valdría la pena si su viaje servía para volverla más poderosa. La reina volvió a mirar las piedras en su mano creyendo que eran estrellas. – ¡Parte de inmediato! – ordenó en tono autoritario. Y el astuto comerciante, besó su mano y se despidió. Recorrió el camino de hielo por el que había bajado a toda prisa y tras comprobar que todos sus hombres estaban bien, zarpó rumbo a su tierra. Cuentan que jamás volvió a bordo de un barco, por miedo a que la reina lo encontrara. Se dedicó a comerciar en tierra, aunque de vez en cuando se paseaba por los muelles para mirar el horizonte. Cuentan también que después de tres años de aquel viaje hubo una fuerte tormenta que acabó con todo navío que se hubiera hecho a la mar. La reina enfurecida rompió en cólera al comprender que se había quedado sin estrellas y sin los ojos más hermosos que existían.
- Su madre lo miraba. Apenas recordaba que hacía un momento su hijo había estado a punto de perder el conocimiento.
Después de esta historia vinieron algunas más pero era tal la pasión con la que Nabil las vivía que en más de una ocasión muy cerca estuvo de la muerte. Un día, al regresar de uno de sus relatos, se quedó tartamudo de la impresión y desde entonces nadie tiene la paciencia de escucharle. Ahora se dedica ¿sabes a qué? A vender té al final de la calle en la que antes vivía. ¿No es curioso?
- Mucho.- dijo Mala.- ¿Y por eso lo llamaban así? ¡Qué injusto! - La vida no es justa, le contesté. Si lo fuera, yo no tendría que esperar siete eternidades para verte. - Ella sonrió tristemente y al verla, algo murió dentro de mí. - Aunque sin duda no podrían ser ni más ni menos.- proseguí. - Ya sabes que en la buena comida árabe son siete el número de especias que se deben poner en un plato para que quede más sabroso. - Sonrió de nuevo pero esta vez sin tristeza en el rostro y al verla, algo volvió nacer en mí.
20/12/08
La página que faltaba (en amarilla)
Allí estaba Alí, encerrado en una jaula cubierta de hielo, que llenaba de agua y acabaría ahogándolo. Nabil dijo- mamá ¿Qué podemos hacer?- pero de repente llegó la reina acompañada del monstruo. Él y su madre temblaron de miedo y la reina dijo- ¡Ajá! a sí que eres el famoso Nabil ¿No?—Bueno si quieres salvar a Alí me tendrás que decir la repuesta de una adivinanza que te voy a decir je, je, ¡Ah! sólo tienes tiene una oportunidad, si fallas, todos irán al congelador y me quedaré con su color de piel- Dice así – que es lo que repite una vez cada minuto, dos veces cada momento y nunca en cien año- Nabil dijo- esto es injusto, debería haber más oportunidades- la reina dijo- shh el tiempo comienza- Nabil todo apurado, pensando- - a ver, la “a” siempre la decimos, la “e” más o menos, también la “i” y la “u”, la única que nos queda es la letra “o” y dijo- la repuesta es la letra “o”- La Reina dijo- vaya eres un niño muy listo, es la repuesta, estáis libres. Alí se quedó liberado y dijo – gracias Nabil ya puedo irme con mis hombres a casa. La madre dijo- bueno Nabil este es el final del cuento- Nabil dijo- sí, así acaba el cuento-.
17/12/08
La página que faltaba (en azul)
Nabil sonrió y dijo:
“Alí fue llevado directamente a palacio y, una vez en su interior, sintiendo como el frío se hacía hueco hasta sus entrañas, se le desveló aquello de lo que antes te hablé, las delicadas circunstancias en las que se iba a encontrar si la reina se enamoraba. El amor daña, eso lo sabía bien, pero esta vez no eran dos los implicados. Pensó en su tripulación asustada, aterida de frío, invocando a los dioses en su ayuda, pensó en su hogar, en su familia…, decidió entonces salir de allí lo antes posible tratando de desilusionar a la reina, pero sin llegar a enfurecerla.
Lo primero que hizo fue observar a la gélida soberana, detenerse en sus inclinaciones, adivinar sus sueños, aprehender sus deseos. De esta forma, una noche descubrió la pasión que la reina de hielo sentía por los libros, por los cuentos, por las leyendas. En el reino nadie sabía leer ni escribir, nadie se molestó nunca en contar historias excepto Lacertón. Sólo el viejo Lacertón, llamado así por una bestia marina que se había extinguido poco después de los últimos dinosaurios y que atrapaba a sus presas con un sonido latoso e insoportable que las llevaba directamente a sus fauces; el viejo Lacertón, que desapareció del reino con motivo de la última glaciación, dejando a la reina más malhumorada y fría que nunca...
Alí decidió instruir a algunos miembros de la corte, en secreto, sin que ella se diera cuenta. Sabía que los tripulantes de su barco no podrían soportar más de tres semanas sin provisiones, de modo que empleó bien el tiempo. Por el día continuaba tratando de decepcionar a la reina, entre otras cosas fingiendo que debía taparse el ojo azul con un parche porque si no acabaría perdiéndolo y, por las noches, preparaba el batallón de cuentacuentos. Y así noche tras noche, día tras día. Tenía mucha sueño, todo ese tiempo sin dormir empezaba a pesarle en los párpados, se le hacía tan complicado reprimir los bostezos que algunas de sus últimas lecciones era ininteligibles…”
En este punto, la madre de Nabil retomó el relato, no hubo ni siquiera que pedirlo, ocurrió de forma natural, hacía unos minutos que su hijo arrastraba las palabras con los ojos entreabiertos. Arropó al pequeño y continuó.
“Durante la cena del penúltimo día de la última semana, Alí le dijo a la reina que debía confesarle algo. Ella lo miró sorprendida, era la primera vez que se mostraba agradable desde su llegada.
- Señora, tengo el poder de devolverle a Lacertón, expuso.
Boquiabierta, la dama de hielo estuvo a punto de perder la paciencia y encerrarlo, esa broma era inaceptable.
- Señora, continuó Alí, el alma de Lacertón continúa en su castillo y si vos me dejáis marchar, se la devolveré de boca de vuestro séquito. Puedo probarlo.
Alí sabía que la reina necesitaba de las historias, que hubiera dejado derretir sus manos bajo un sol de estío sólo por uno de aquellos relatos.
Temblando, la reina hizo un gesto explícito – probadlo pues.
Alí, momentáneamente ensimismado en la belleza de aquella mujer que sólo ahora descubría, detenido en ese gesto que puso fuego en sus ojos, a punto estuvo de dejar morir a su tripulación y de ahogarse a cambio de un brevísimo roce de sus pálidas e invernales manos. Uno de los cortesanos, temeroso de la suerte que correrían todos si esto ocurría, comenzó a relatar una de las historias aprendidas, la historia de un animal tiempo atrás extinguido, que atrapaba a sus presas por puro latazo y, todo ello mientras, Alí, entre lágrimas, escapaba dejando tras de sí el amor y la muerte”.
La madre de Nabil arropó a su hijo, él dormía plácidamente, lejos del frío y del peligro de morir congelado. Luego se acercó a la ventana y, mientras pensaba en la manera de distanciar a su hijo del oficio de narrar, observó como, afuera, entre la niebla, el comerciante de té de extraños ojos tomaba los primeros copos del invierno entre sus manos y sonreía.
Cuando acabó la historia, Sadik se sobresaltó ante los aplausos improvisados de Mala, vio en sus ojos una luz especial y no pudo más que abrazarla. El contacto con su piel cálida y suave lo llevó al siguiente relato, el del terso o Atersel, el animal más temido del bosque Silam. Sabía que esta muchacha de cabellos oscuros y sonrisa franca era como la reina de hielo, lo arriesgaría todo por una historia…
15/12/08
La página que faltaba
Allí leí sobre Sadik y Mala, supe del célebre narrador Nabil y acerca de la extraordinaria historia de Alí el Azul y Negro, y del Lacertón… Pensé morir cuando descubrí que las páginas finales habían desaparecido con la contracubierta. Lancé el libro con todas mis fuerzas con tan buena suerte que acabó sobre mi cabeza. Sí, fue el golpe lo que me hizo recapacitar, creedme. Corrí en busca de las demás y todas leyeron la historia. No hizo falta hablar, la decisión fue unánime. Esa noche nos reunimos como antaño y, cada una en su color, restituyó la página que faltaba...
Caperucita Azul
12/12/08
La página que faltaba (en rojo)
Alí, temeroso de que la reina se enamorara locamente de él y morir ahogado, ideó un plan. Pasados unos días y viendo el interés que suscitaba en la reina de hielo, le pidió una cita. La reina aceptó encantada. Cuando Alí llegó a la cita, le dijo a la reina: “Tengo una sorpresa preparada para ti, pero para dar con ella debes seguir una serie de pistas que he ido dejando en varios lugares del castillo. La última pista te llevará hasta el lugar en el que se encuentra tu regalo. Yo te esperaré aquí”. La reina, ilusionada e intrigada, comenzó a seguir las pistas del marinero. Entonces Alí se escapó del reino, lo más rápido que pudo. La reina tardó bastante tiempo en encontrar su regalo. Era una carta escrita por Alí en la que le revelaba sus sentimientos de amor. Al acabar de leerla, emocionada, dijo para sí: “yo también te quiero”, y corrió a reencontrarse con su amado. Pero de repente, un fuego empezó a quemarla por dentro. Sintió como su corazón ardía y se convertía en cenizas. Todo a su alrededor empezó a derretirse, y en poco tiempo se convirtió en agua. El reino quedó destruido en el fondo del mar. Para entonces, Alí había alcanzado la superficie. Subió a su barco, justo en el momento en que sus compañeros comenzaban a descongelarse. Al fin retomaron su rumbo, y todos volvieron a casa sanos y salvos.
Nabil, al escuchar el relato de su madre, recobró el color y dejó de sentir frío. Respiró aliviado y, abrazando a su progenitora, le agradeció la salvación de Alí y, por tanto, la suya propia. Luego se fue a la cama y se durmió plácidamente.
Al acabar el relato me di cuenta de que Mala estaba envuelta en lágrimas. “¿Por qué lloras?”- le pregunté. “Porque esta historia de un amor imposible... me hace pensar en la nuestra. Te quiero tanto… ¡y quiero gritarlo a los cuatro vientos! Estoy harta de verte a escondidas… no aguanto más. Huyamos muy lejos de aquí, juntos, juntos por siempre. Nuestro amor nos dará fuerzas para seguir adelante.”
No podía creer las palabras de Mala, y ahogado por mis lágrimas respondí: “Yo siempre he querido huir contigo, amor mío, pero no podía pedirte que dejaras tu vida atrás por mí. Te quiero tanto, cariño… Nos alejaremos de aquí y comenzaremos una vida juntos, sin esconderlos de nadie.”
Y amándose más que nunca se fundieron en un abrazo que pareció eterno. Al día siguiente hicieron las maletas y emprendieron su viaje.
Y lo que sucedió después... te lo contaré mañana.
9/12/08
Una hojita llamada Esperanza
Pronto fue viendo como funcionaban las cosas. Los niños, ancianos o cualquiera que paseara por aquel frondoso parque se acercaba al suelo y se llevaba una hoja. Ella esperaba ilusionada a esa persona que la elegiría a ella. Pasó algún tiempo, y vio como cogían a las de su lado, a las de un poquito más allá… pero no la cogían a ella. No entendía el motivo porque ella pensaba que era tan valiosa como las demás. En algunas ocasiones llegaron a recogerla del suelo pero luego elegían a otra o se iban con las manos vacías. Esto le hacía aún más daño. Dejó de confiar en esas personas que se le acercaban y lo que es peor, empezó a perder la confianza en sí misma. Pensaba que no valdría tanto si nadie sabía verlo.
Pasó el tiempo y aprendió a verle ventajas a su soledad, aunque en el fondo de su corazón deseaba justo lo contrario. Y un buen día, una mañana soleada en la que se dedicó a disfrutar de la belleza de la vida sin preocuparse por esas cosas que anhelaba, su deseo se hizo realidad.
La chica llevó este tesorito a su casa, la limpió, la prensó y hasta le dio un barniz para que estuviera siempre reluciente. La puso en su mesita de noche. Por fin nuestra hojita estaba en el lugar privilegiado que se merecía y con alguien que la iba a querer para siempre. Tal vez las otras hojitas, a las que habían escogido mucho tiempo antes, no habían corrido la misma suerte y estaban ahora olvidadas en un libro o en pedacitos en algún bolsillo. Pero ella, sin embargo, se sentía la hojita más especial del mundo. La larga espera, había merecido la pena.
La chica se deleitaba a menudo contemplando esa delicada belleza. Un día estuvo mirándola mucho rato con expresión pensativa e incluso ojos rayados. Parecía como si la chica entendiera a la hojita y todo lo que ésta había pasado hasta llegar a sus manos.
Al mirar a la hojita pensó que ella podría tener la misma suerte. Y ya no tenía duda en que un buen día aparecería alguien que supiera apreciar todo lo que vale y la querría más que a nada en el mundo.
Entonces llamó a la hojita: Esperanza.
7/12/08
La Hoja
5/12/08
Ha comenzado el frío y duro invierno como era de esperar, y la ciudad se ha vuelto gris. Las calles solitarias saben a silencio, a humedad. Los cristales empañados de las cafeterías, anuncian que en el exterior el aire corta todo cuanto acaricia. Las chimeneas humeantes huelen a café recién hecho y los parques y jardines juegan con las gotas de agua, vestigios de la lluvia del día anterior.
Mi humilde morada se sitúa en el pulmón de Londres, Hyde Park, que en esta época fortalece su color verde y ocre e inunda el aire de moléculas de oxígeno. Vivo en un árbol centenario que ha visto pasar la historia ante sus ojos, sin inmutarse lo más mínimo, siempre erguido, elegante. Llevo un año formando parte de la belleza de la copa de este árbol, cuando tras el otoño pasado sustituí a mis otras compañeras.
Han sido dos meses de lucha contra viento y lluvia, aferrándome a la vida en este duro otoño de Hyde Park. Pero ahora llega la época más difícil, el viento helado y las terribles nevadas, que acabarán debilitándome y llevándome en un dulce viaje hacia la muerte.
Hoy el cielo se ha despertado furioso y descarga toda su rabia sobre la ciudad, pero se nota especialmente en Hyde Park. Durante la mañana, el sol bailaba vergonzoso con la brisa, temiendo que ésta se enfadara y lo enviara de un soplido tras las sombrías nubes que inundaban el lugar. Comencé a sentir un ligero escalofrío que terminó por poner de punta los cientos de pelillos invisibles que cubrían mi cuerpo. Ya es mediodía, y el sol asustado no ha salido a arroparnos. Presiento que va a ser un día duro, muy duro.
De repente, una brisa inquieta me envuelve y me obliga a bailar a su son. Al principio me parecía divertido, movimientos suaves a la derecha, ahora hacia la izquierda, una pequeña elevación de mi cuerpo y vuelvo a mi posición como si fuera una ligera nube de algodón. Me gusta jugar, me encanta, la brisa se convierte en mi mejor compañera de juegos. Pero cae la tarde y mi encantadora compañera se aleja muy despacio. De pronto, siento una quietud terrorífica. Me giro hacia la zona sur del parque ,veo como los árboles se agitan furiosos. Levanto la vista y cientos de compañeras sobrevuelan mi copa del árbol en una lucha incesante por aferrarse a alguna rama.
Está cerca- me dije a mí misma.
Pero no tuve tiempo de pensar en nada más, la ligera brisa se había convertido en un fuerte viento enfurecido, despiadado… Noté como su fuerza descendía hasta la raíz de mi árbol para elevarse poderoso. Mi rama se tambaleaba bruscamente y hacía que mi cuerpo ya no tuviera aquel movimiento suave, acompasado. Todo lo contrario, me retorcía muerta de frío, sacudida por aquel ser invisible. Intenté aferrarme a mi rama, mantenerme erguida mostrándome desafiante al viento…Pero cada vez estaba más débil. Sólo habían pasado unos minutos, pero para mí eran horas de lucha y mi cuerpo se desvanecía sobre la fría rama. Cerré los ojos, permanecí en esa posición a merced del viento.
Quizás mañana me despierte y esto sólo haya sido un mal sueño- pensé mientras mi cuerpo se rasgaba.
So broken (o el bosque en azul)

Alguien formuló un deseo, pero fui yo la que cerró los ojos. Al abrirlos había ocurrido, no tenía manos, ni piernas, ni tronco y, puesto que no tenía manos no podía palparme la cara para saber si la conservaba, aunque imaginé que no.Llegué a la conclusión de que tenía ojos, ¿cómo si no observaba el espectáculo de mis órganos cercenados? Confieso... Sí, confieso, lo que veía me asustaba. Nunca entró en mis planes convertirme en un nomófilo, pero allí estaba, más verde que la caperuza de mi Scherezade, transmutada en un ser con ceras, cutícula y estomas.Me unía al tronco una clase de apego que los psicólogos llaman ansioso-ambivalente. No podía ser de otra forma, yo tampoco sabría interpretar las señales de una hoja que no es una hoja, de una hoja con ojos si se quiere.Estando inmersa en mis pensamientos clorofílicos, llegó la brisa otoñal, una corriente de aire marino, con la sal pegada en sus cristalinas caricias. Y entonces entendí el deseo formulado, entendí por qué una hoja…Volví a cerrar los ojos, no esperando recuperar mi fisonomía original, tan sólo deseando que el viento me llevara. Me abandoné sin prisas a las cabriolas de mis nuevos tejidos, imaginándome sobrevolar nuestra muralla de olas, así sin más, tan fácil como eso…Y sin embargo, había una rama, abrí los ojos para desasirme con la mirada… Estiré hasta hacerme daño, la salvia me humedecía en forma de ríos desbocados, pero continué estirando. Increpé al viento mientras me desagarraba, pedí su auxilio aullando en un bosque desangelado. Y él, ajeno a una voz que no escuchaba (definitivamente me habían robado los labios), se marchó por donde había venido. Sin fuerzas, me replegué de forma que la salvia llegara a mis ojos y me cegara. Reposé sobre la rama y esperé a vaciarme. Si no podía cruzar el mar, tampoco sería de este árbol.
.
Antes de suicidarse dijo el nomófilo:
A E. por convertirme en una hoja
A G. por formular un deseo
A H. por "enamorirme"
2/12/08
El viento es mi vida

Estoy encerrada en un círculo sin salida, no puedo hacer más ni menos de lo que hago, llevar una vida monótona y aburrida en este árbol sin vida, sin mayor esperanza que ver llegar a las mariposas con el amanecer y verlas partir con el atardecer. ¡Quiero ser una de ellas!
Me dejo mover por el viento, ese viento que cuando ya estamos seguros de que no nos moverá más, se torna egoísta y nos toma de nuevo. Entonces balanceo mi cuerpo, y escapo de la presión de ese árbol que impide mi libertad, lanzándome a la aventura de un futuro incierto y volando como el pensamiento.
1/12/08
¿Una vida fácil?

Hola, soy una hoja. Sí, es verdad, puedo hablar… tengo vida y sentimientos. Y no creas que mi vida es tan fácil… sobre todo cuando cada día tengo que luchar contra mi peor enemigo: el viento.
Shhh, escucha, ya está al llegar. ¿Oyes su rugido? ¡Cada vez está más cerca! ¡Noo! Hoy está enfurecido, no sé si podré contra él... ¡Ya, ya está aquí!
Noto su fuerza, ¡quiere hacerme caer! Me zarandea de un lado a otro sin compasión, siento como si cada parte de mí se rompiera en mil pedazos, me duele…
No tengo fuerzas… ¡y no quiere parar! Tengo miedo, voy a caer, ¡no puedo más! Me rindo, no puedo contra él… Me soltaré del árbol, es mi fin…
...
¿Qué ha pasado? ¡No he caído! ¡El viento se ha ido! ¡Estoy salvada!
Por fin me calmo y consigo respirar profundamente…
Hoy me he salvado, pero quizá mañana venga con más fuerza y pueda conmigo.
Ahora me dormiré abrazada a mi árbol, reuniendo fuerzas para que, cuando mañana el viento vuelva, no pueda arrancarme de mi hogar y matarme cruelmente con su furia.
Y todo gracias al viento

¿Qué voy a hacer ahora? No hago más que dar volteretas. No veo nada. ¡Uf! Por fin ha parado, pero ahora no sé dónde estoy. ¡Dios mío, estoy en el suelo! Nunca antes había estado en el suelo y todo gracias al viento ¡Cuántas cosas se pueden ver desde aquí! Veo un saltamontes comiendo entre la hierba, un gusano jugando con la tierra y un caracol moviéndose muy lento. ¿Qué pasa? Me muevo otra vez. El viento me levanta. ¡Qué alto está esto! Ahora que lo pienso, desde aquí se ven muchas más cosas de las que se veían desde mi árbol. Una bandada de palomas vuela allá a lo lejos y el sol se está poniendo…
En realidad tampoco se está tan mal así. Sólo hay que aprender a aprovechar las corrientes de aire. Pero ¿qué es eso? El cielo se ha puesto a llorar otra vez. Seguro que está triste porque el sol acaba de marcharse. ¡Ay, ay, que me caigo! Vaya, me he puesto perdida de barro. ¿Qué pasa ahora? Me muevo ¡Estoy navegando! Nunca antes había navegado y todo gracias al viento…
Ha parado de llover pero está todo muy oscuro, no veo nada. Los grillos y las ranas se han puesto a cantar. El viento vuelve a levantarme… ¡Estrellas! El cielo está lleno. Nunca antes había bailado bajo las estrellas al son del canto de los grillos y las ranas… y todo gracias al viento.
Ya sale el sol allá, a lo lejos. ¿Dónde estoy? ¡Pero si es mi árbol! He vuelto a casa. Oigo ruidos, se acerca alguien. ¿Quién será? ¡Agua! Me mojo, ¡ay, como peso ahora! Me hundo…
¿Qué haré ahora, sin poder bailar con el viento? – Ahora me alimentarás.- Oigo una voz. Es mi árbol que me habla. – Creceré más para el próximo año. Sin ti, no podría hacerlo. La primavera que viene volverás a salir y podrás volver a bailar en otoño. – Sonrío. - Y todo gracias al viento.
29/11/08
El Lobo-Hombre (fragmento)
Denis vivia en buenas relaciones con sus vecinos, pues éstos, dada su discreción, ignoraban incluso que existiese. Moraba en una pequeña caverna excavada, muchos años atrás, por un desesperado buscador de oro, quien, castigado por la mala fortuna durante toda su vida, y convencido de no llegar a encontrar jamás el «cesto de las naranjas» (cito a Louis Boussenard), había decidido acabar sus días en clima templado sin dejar de practicar, empero, excavaciones tan infructuosas como maníacas. En dicha cueva Denis se acondicionó una confortable guarida que, con el paso del tiempo, adornó con ruedas, tuercas y otros recambios de automóvil recogidos por él mismo en la carretera, donde los accidentes eran el pan nuestro de cada día. Apasionado de la mecánica, disfrutaba contemplando sus trofeos, y soñaba con el taller de reparaciones que, sin lugar a dudas, habría de poner algún día. Cuatro bielas de aleación ligera sostenían la cubierta de maletero utilizada a manera de mesa; la cama la conformaban los asientos de cuero de un antiguo Amilcar que se enamoró, al pasar, de un opulento y robusto plátano; y sendos neumáticos constituían marcos lujosos para los retratos de unos progenitores siempre bien queridos. El conjunto armonizaba exquisitamente con los elementos más triviales reunidos, en otros tiempos, por el buscador…”
23/11/08
Balada de Caperucita
Arráncame del pecho la flor de mis pasiones.
Hazme que viva el cuento de tu vieja casita.
Desde niño me encanta tu aventura en el bosque.
Búscame las perdidas botas de siete leguas
Para escapar del reino trágico de los hombres
Y aguárdame sentada en la gloria del cuento
Junto con Pulgarcito y Cenicienta. Y gocen
Mis ojos contemplando tus ojos candorosos
Que no tuvieron nunca enfermedad de amores.
Llévame con el agua, Caperucita dulce,
Arráncame del alma la flor de las pasiones.
Federico García Lorca (1919)
(Cortesía del Misterioso sonetista)
17/11/08
El armario de las princesas...
Como vemos, las caperucitas del arcoiris se apuntan a las tendencias sin pensárselo dos veces, y Caperucita Negra no iba a ser menos... Nuestra estilista A.L. se ha propuesto vestirla de mamá moderna. Según ella, la moda nos presenta, hoy en día, una gran diversidad de prendas, combinaciones y tendencias para adaptar a nuestro estilo y figura, y por supuesto señala que... ¡Tambien hay moda para las embarazadas! En este look B&N, vemos el perfecto equilibrio entre prendas oversize y pitillos, ideal para las mamás fashion q no renuncian a vestir de forma atractiva. Todo ello aderezado con complementos a la última (cochecito incluido), inmersos en el maravilloso mundo bicolor que decora este outfit. Un ligero toque british aporta el estilo que denota la diferencia. Por último, señalar que adornando esta maravillosa composición, encontramos algunos regalitos para la futura mamá... Porque madre no hay más que una... ¡Enhorabuena Caperucita Negra!
11/11/08
Un buen día, me tocó la lotería
sal Toño que está abierta.
¿hacia dónde voy?,
pensó para sí, hoy,
¡miedo! gritó,
¿dónde estás?
y el miedo contestó,
aquí detrás.
Puso el pie en el suelo
y la boñiga tomó vuelo.
Decidió jugar a la lotería
al pisar la porquería.
Caminó unos metros,
y tomó una dirección:
Dirigióse a la administración,
sin ninguna vacilación.
Cogió el boleto,
y en el espejo
se miró el careto.
Rellenó la primitiva
y se la dio por la ventanilla.
De camino pensó
en una canción
¡miedo! gritó
¿dónde estás?
y el miedo contestó
aquí detrás.
Y como en el cuento de La Lechera
se recorrió la tierra entera.
Viajaré al Amazonas
o mejor a otras zonas.
Cazaré mariposas o escribiré prosas
en orillas frondosas.
A la mañana siguiente
le vino a la mente:
¡Caramba! La primitiva
y yo aquí con la priva.
Marchóse a la administración
con gran emoción
¡el reintegro! Me tocó
y ahora que hago yo
sin más dilación
en ella entró.
¡el dinero! Dijo
ni un pijo.
El lotero lo miró primero
¡el reintegro! confirmó, te tocó
y Toño como un retoño suspiró.
¡miedo! Gritó
¿dónde estás?
y el lotero contestó
aquí detrás.
Por Caperucita Blanca
El armario de las princesas...
Según nuestra estilista de princesas A.L. ha llegado el momento de teñirlo todo de azul Klein - algo que tanto caracteriza a nuestra Caperucita Voladora-. Y lo hace proponiendo aires setenteros, con un outfit (conjunto) totalmente renovado. La viste con un look boho-chic de rabiosa actualidad, combinando el eclecticismo y una elegante sobriedad con complementos de lujo para conseguir el estilo bohemio más in de la temporada... apuntándola al mix para expresar su intensa y soñadora personalidad. Ahora, Caperucita lleva vaqueros azules y Manolos de satén... ¿Quién dijo que las princesas de cuento no iban a la moda?
Confesiones de un Wolf ciertamente desorientado
Pero érase una vez... Recuerdo a la perfección aquella extraña noche de octubre... La luna flotaba desganada entre la tierra y el cielo. Un búho cantaba My way desde una rama. Yo aguardaba tras unos matorrales jugando al ajedrez contra mí mismo y bostezaba con entusiasmo. El cuento de este cuento empezó como un rumor, un rumor suave que devino en algazara, ruido de colores que existen y salpican. ¿El origen cada vez más próximo de ese inesperado y amable concierto? Un grupito de muchachas, unas caperucitas risueñas, isleñas, tan azules, tan negras, tan verdes, tan púrpuras, tan amarillas, tan blancas, tan a rayas, tan naranjas, tan rojas, tan rosas... Aquel festín imposible pasó a mi lado sin verme, sin prestarme su atención ni su miedo. De sus conversaciones y caperuzas caían lindísimas historias y aventuras con las que me entretuve hasta que me sorprendió el alba...
Aquella extraña noche de octubre la mayoría de los lobos, incapaces de llevarse nada a la boca, huyeron del bosque. Sólo los más curiosos permanecemos todavía aquí, confundidos, camuflados, disfrazados de excursionistas extraviados o de osos hormigueros. Siempre tuve la impresión de que las caperucitas nos reconocen, porque no nos miran sin que se les escape una sonrisa. Con el mismo apetito con que antes anhelábamos comérnoslas, ahora sólo deseamos leer, leerlas, leeros... Auuuuuuuuuu!!!!
9/11/08
PRINCESA LOCURA
Tras muchos años y pasada su adolescencia, Locura conoció a un joven. Era un joven del reino, dulce, comprensivo, trabajador … Su nombre era Destino. Se hicieron muy amigos y el joven disfrutaba cada minuto que pasaba con Locura. Era fresca, alegre, natural, fantasiosa y un poco loca quizás, pero eso le encantaba.
Poco a poco el amor fue surgiendo entre ellos y tiempo después Locura y Destino se casaron. Y ese amor fue creciendo muy lentamente en el vientre de Locura y ella gritaba a los cuatro vientos cuánto amaba a aquella pequeña luna que sentía en su interior. Le cantaba, le contaba cuentos y le hablaba dulcemente.
Según cuenta la leyenda, todos los que pasaban al lado de Locura, decían sentir una extraña sensación, como si de repente los envolviera un halo de felicidad incontrolada, y sólo tuvieran ganas de reír, de besar, de cantar…
Algunos creían que era una bruja y que poseía extraños poderes que acababan por quitar la razón a cuántos se acercaran a ella, y otros deseaban estar en su lugar.
¡Ahí viene la loca del reino!- gritaban entre risas a su paso.
Y loca, ¿por qué? Os preguntaréis.
La llamaban loca porque decían que no podía existir tal felicidad, que su amor con Destino no podía ser tan maravilloso y que no se podía amar sin medida a esa pequeña luna que aún no había conocido.
Pero Locura ignoraba todos los comentarios y contestaba así a todos aquéllos que la increpaban:
- ¡ Seguid gritando, llamadme cómo queráis! Si vosotros llamáis locura a amar a Destino sobre todas las cosas, a sentir que el corazón me revienta cada vez que estoy a su lado. Si llamáis locura a amar sin ver, a amar sin conocer a mi pequeña luna… ¡Sííí! ¡ Sííí! ¡¡¡Estoy Loca!!!!
8/11/08
La Princesa Mei
Una de esas tardes, en el que la princesa se encontraba leyendo en el tejado de su torreón, un sonido refinado pero poderoso llamó su atención. Cogió su catalejo y a lo lejos, pudo divisar como justo a la orilla del río una niña bailaba al ritmo de ese sonido. Mei se quedo pasmada, pues nunca había visto un baile tan elegante como aquél, además el baile parecía combinarse también con ligeros movimientos de artes marciales. La princesa no pudo resistirse y en un santiamén se encontraba cerca del río observando detrás de un árbol como la niña bailaba. Cuando esta acabó de bailar, Mei decidió acercarse a hablar con ella y preguntarle de donde provenía esa danza. Ling, que así se llamaba la niña, le contestó que era una danza de su país, de Corea. A partir de ahí se pasaron horas y horas hablando sobre esta danza.
Los padres de Mei no veían apropiado que una princesa practicara semejante actividad, ¡por Dios! ¡Qué va a pensar la gente! A partir de entonces la princesa, ¡decidida!, todas las tardes se escapaba de su palacio y se encontraba con Ling a la orilla del río y ésta le enseñaba esta danza que tanto le había gustado, forjándose así una gran amistad entre las dos.
Con la práctica, Mei encontró en esa danza algo más que un simple baile, satisfacía directa e instantáneamente su deseo de libertad, era el único momento del día en el que se sentía realmente feliz, expresando sus pensamientos, sentimientos y sensaciones, a través de su cuerpo.